
Pero esto me puso a pensar sobre el extraño arte del ajedrez. Para que se produzca una partida brillante se necesitan dos, víctima (perdedor) y victimario (ganador). Aquí el que vence hace alarde de su gran técnica, o bien de sus poderes de combinación, o quizás demuestra una gran energía en su juego, a pesar de los esfuerzos que hace le vencido para evitar la derrota. Y eso me hace pensar que quizás Dufresne, Kieseritzky o Bauer probablemente no habrían sido conocidos, o tal vez relegados en la historia, si no hubiesen estado en el lado derrotado de esas magníficas producciones ajedrecísticas. De alguna manera pasaron a la historia, no sólo por haber participado en esas partidas de ajedrez, sino porque conlleva una enseñanza a quienes estudian esos encuentros. Posiblemente, por ejemplo, Judit Polgar, de no haber existido la partida Lasker-Bauer, hubiese encontrado la maniobra ganadora, la cual se convirtió en algo de rutina, que seguramente la brillante jugadora no tuvo ni que pensar, ni analizar siquiera, para vencer a Kárpov.
Así, cuando uno juega al ajedrez, seguramente en el fuero interno de cada jugador está la posibilidad de hacer una partida memorable, que pase a la historia, y esperemos, uno del lado ganador, desde luego. Lamentablemente esto no es fácil de hacer y posiblemente del enorme volumen de partidas jugadas al año en el mundo, un pequeñísimo porcentaje pase a los libros de ajedrez, a los discos compactos de información, a las recopilaciones de las partidas más interesantes. Evidentemente uno nunca sabe cuándo podrá realizar una “obra de arte” y si el rival se pondrá a modo para lograrlo. Pero hay que seguirlo intentando. Quizás mañana mismo, en el torneo del club local pueda hacerse la nueva inmortal, o al menos, como Capablanca decía, crear una “pequeña combinación”.
El punto es que de pronto, en 1988, cuando vivía en el Reino Unido, me dispuse a participar en el torneo Challengers de Hastings, que se juega a fin de año. La realidad es que quería al menos participar en ese tradicional evento, porque si algún torneo tiene tradición e historia, es éste. Y entonces hallo que la primera ronda me toca con el GM Plaskett. El kamikaze del tablero, según alguien me dijo cuando me senté en la mesa 6 del torneo abierto. Me tocaban las piezas blancas y sentía que podía dar una buena batalla, a pesar de la diferencia de rating (en ese entonces mi Elo era de 2295 puntos). Comencé con calma y confianza que nada malo podría pasarme hasta entrando al medio juego. Pero Plaskett me metió en una serie de problemas que cuando creí haber resuelto, me sorprendió con un sacrificio magnífico, que siguió a un segundo sacrificio de pieza, para que al final de cuentas, mi monarca sucumbiera en menos de 20 jugadas.

¿Puede ver cómo gana el negro? La solución es: 1. … Cxb2! 2. Rxb2 Aa3+!! 3. Rxa3 Dxc3 4. Cb3 Ac6! 5. Ac5 a5! Y las blancas abandonaron 0-1.
(Nota: la primera imagen es del recorte original del Sunday Times 03/12/1989. La segunda imagen es el scan de la página en donde Plaskett, en su libro, pone de nuevo la combinación).
3 comments:
Hola:
En la variante que señalas después de 1...Cxb2 2.Rxb2 Ac3+! las blancas al jugar 3.Rb3 ¿pierden inmediatamente luego de 3...Da5 o existe una continuación más fuerte que esa?
Marcelo Jorquera C.
3. ... Da5 parece suficientemente ganadora. Por eso no jugué 3.Rb3, aunque no sé si hay algo más fuerte. Creo que no. Revisaré con Rybka, ahora tan de moda.
saludos
Manuel
Esta anécdota me recuerda un programa de televisión que vi una vez sobre cómo volverse famoso. Daban varios consejos y al final decía: "si todo lo anterior falla, y lo único que te interesa es la fama, conviérte en asesino serial".
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